domingo, 27 de agosto de 2017

Fernando Conde Torréns y Friedrich Wilhelm Nietzsche

¡Oh, Dios! Cómo pasa el tiempo. Más de 12 años hace que compré y leí El grupo de Jerusalén y Simón, opera magna de Fernando Conde Torréns. Al terminar ambos libros sentí un flash con la imagen de Friedrich Wilhelm Nietzsche. ¿Quizá porque el filósofo alemán quiso matar a Dios y el señor Conde, menos atrevido, a Jesús de Nazaret? No lo sé, aquello duró lo que una instantánea. 

Ahora y con motivo de la estrategia de marketing diseñada para su libro 303, año que se inventó el cristianismo, me tropiezo a su autor por internet con una frecuencia poco habitual. No voy a dar aquí mi opinión sobre lo que llama su tercera investigación.

En la promoción de la obra van incluidos comentarios y respuestas. Aquí hay una especie de totum revolutum entre ciencia, sabiduría, conocimiento, cultura, investigación, insultos, navajazos, orgullo, soberbia, argumentos tabernarios (coloquen como prefijo el pseudo- en el lugar que mejor crean conveniente) entre autor y lectores que resulta muy penoso. Abundan, por parte del señor Conde Torréns, dardos peyorativos contra sus detractores, y regala eufemismos a quienes le piden consejo o tienen intención de comprar su libro, aunque demuestren parecerse al pez bobo.

¿Y qué hace aquí Nietzsche? ¡Ya lo sé! Ahora me explico lo del flahs. Este después de afirmar "Dios ha muerto" quiso subirse encima de sus hombros y creó al Übermensh, para andar por casa, nuestro Superman. Nos habla de tres etapas del hombre: el camello, el león y el niño. Pone a los cristianos como  chupa de dómine y no deja títere con cabeza en la cultura occidental. ¡Malditos cristianos! ¡Solo han cometido errores! ¡Ni un hacierto en la quiniela! 

D. Fernando sigue los mismos pasos que su colega el profesor de Weimar, pero, después de enterrar a Jesús de Nazaret, su prokoptes inicia el peregrinaje hacia la Cumbre Sagrada ¿Monte Carmelo, de S. J. de la C? y alcanzar La Mente Superior, El Cuerpo Superior y El Corazón Superior; todo con mayúscula como les gusta a los suprahombres. No es necesario repetir la similitud de su pensamiento.

Ambos dividen a los humanos en dos clases: Los amos y los servidores. Aquellos saben, dirigen, lideran, tienen, y estos ignoran, obedecen, van en manada y forman rebaños. 

Uno terminó volando, vestido con leotardos (en mi pueblo calzoncillos pulgueros), por los tejados de Europa para restañar sus grandes amarguras, olvidar las frustraciones de profesor mal pagado.


El otro: Dr. Ingeniero, profesor con plaza en propiedad en la Universidad de La Rioja, Científico, Investigador aficionado, según se autodefine, director de una escuela de Sabiduría; también se nos ha ecajado los dichosos leotardos y ahí lo tenemos, incansable, surcando los aires en busca de una radio, televisión, revista, periódico o cualquier medio que le brinde unos minutos de gloria. Por supuesto, siempre procura, que sea de "fuego amigo".

Ahora un brindis con un buen licor relajante.


 Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas; 
ni cogeré las flores, 
ni temeré las fieras, 
y pasaré los fuertes y fronteras. 

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
                                                     S. J. de la Cruz

¡Qué arte! ¡Dios, qué arte!


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